La hora exquisita: Reynaldo Hahn Echenagucia, el hispanoamericano que conquistó Francia a través de la música
Un recorrido por la alta aristocracia parisina y el bagaje cultural de principios del siglo XX
Las melodías de Reynaldo Hahn son un tesoro oculto en el acerbo musical venezolano. Alimentado por la melancolía del exilio y la formación musical en la Francia de principio del siglo XX, su riqueza radica en la fusión de la poesía con ritmos exquisitamente dotados de musicalidad para dar un alimento al alma. La familia de Hahn huyó de Venezuela tras la salida de Guzmán Blanco del poder. El padre, Carlos Hahn Dellevie, nació en Hamburgo en el año 1822 en el seno de una familia judía. Fue desde muy joven un hábil comerciante y se radicó en Venezuela en el año 1848, convirtiéndose en hombre de confianza del presidente Antonio Guzmán Blanco. Según el biógrafo Daniel Bedahan, Carlos Hahn era un gran aficionado a la botánica y fue uno de los primeros cultivadores de la orquídea en el país. Su madre, María Elena Echenagucia nació en Curazao, de madre curazoleña y padre español. Ambos procrearon trece hijos, de los cuales sobrevivieron cinco mujeres y cinco varones. Reynaldo, nació el 9 de agosto de 1874 en la casona de Mijares en Caracas, siendo criado, al igual que todos sus hermanos, bajo los preceptos católicos.
Se asentaron en la capital francesa en el año 1878 tras la salida del caudillo del poder, después de ser acusados de ser guzmancitas y de haber dado sostén al saliente régimen. En París, el niño Hahn tuvo la fortuna de contar con grandes maestros cuando fue admitido en el conservatorio de la ciudad. Émile Decombes, Jules Massenet, Théodore Dubois y Albert Lavignac estuvieron entre sus iniciadores, por nombrar algunos de lo más destacados. Pese a la contrariedad tan común de la época frente a las inclinaciones artísticas, su familia no dudó en dar su apoyo al niño. Entre sus compañeros de clases estuvieron nombres que aún resuenan como Maurice Ravel.
En una carta que escribe su padre, Carlos Hahn a Guzmán Blanco en 1887 (el mismo mes de su nombramiento como cónsul general de Venezuela en Berlín) dice sobre la formación de su hijo:
Reynaldo continúa haciendo buenos estudios en el Conservatorio de música y espero que hará honor a su patria1
El periodo entre 1890 y 1912 fue especialmente rico para Hahn, pues fue discípulo de Jules Massenet y en su diario lo refería como «mi maestro adorado». En el año 1891, ambos realizaron viajes por toda Francia, pasando por Nantes y Angers donde presenció el concierto de la mezzo-soprano Émilie Durand Ullbach, en un recital dirigido por el propio Massenet.
Su primera ópera se estrenó el 23 de marzo de 1898, cuando el artista contaba con veintiocho años de edad. «L 'lie de rève» marcó el inicio de una brillante carrera. Dicha obra, estuvo inspirada en una novela corta del autor Pierre Loti El casamiento de Loti: Rarahu, la cual narra una magnifica historia de amor de un oficial de Armada Francesa durante su estancia en Tahití. Fue tal el éxito de Reynaldo, que en Caracas, la famosa revista El Cojo Ilustrado reseñó el estreno de la obra a partir de un comentario del crítico y novelista Pierre Loti. Curiosa es la interpretación que se le daba al éxito de este venezolano en su propia tierra; parecía que su talento y proeza estuvieran perdidos para siempre en la lejanía de una tierra extraña.
Es evidente que Hahn estuvo en contacto con la vanguardia artística de la época, aunque no es tan palpable la presencia de estos elementos renovadores en su obra, pues muy en el fondo, Hahn era un alma romántica, sujeta a los designios de la poesía clásica y el lirismo evocador.
La representación comienza. En el rumor agonizante de la muchedumbre la orquesta preludia. Algo dulce y a la vez extraño se desprende de los arcos de los violines. Se diría una música venida de lejos, cubierta de brumas, de pasado y de lejanías 2
Quizás fuera esa bruma musical producto de la melancolía de un hombre que se sabía lejos de su tierra; o la manifestación de una nostalgia por el pasado barroco, al que tantas veces hizo honor en sus composiciones, el caso es que para muchos críticos franceses Hahn era una representación de un músico que nunca quiso pertenecer al siglo XX y vivió anclado a los estándares del romanticismo. Aún asi, supo incorporar nuevas tendencias a sus creaciones, haciendo un uso discreto del jazz o del tango en una parte de su repertorio. Y es que Hahn tiene una extensa obra, equiparable a lo hecho por Debussy en su momento, por lo que no es desmesurado decir que pertenece a lo más selecto de la música francesa del siglo XX.
Una particularidad que se observa en las composiciones de Hahn es la utilización de la poesía como elemento central de sus creaciones musicales, especialmente del representante de la corriente simbolista Paul Verlaine. También, en aquel tiempo, trabó amistad con Alphonse Daudet, quien llegó a decir que la música del venezolano «era su preferida». Uno de los más grandes colaboradores de El Cojo Ilustrado, Pedro Emilio Coll, intelectual de primer orden y uno de los precursores del vanguardismo latinoamericano, no dudó en calificar a Hahn como «un lírico que da gloria a Venezuela» en su articulo La cuestión de los líricos. Este genio se sentó frente a los hermanos Goncourt e interpretó el ciclo «Canciones grises» tomando y adaptando los textos de Verlaine con melodías de una exquisita sonoridad.
Es justo para con nuestros lectores, transcribir (y traducir) las palabras que el gran poeta simbolista Stèphane Mallarmè pronunciaría sobre este eminente venezolano. Sólo así se puede comprender la magnitud de su reconocimiento en una época tan plagada de arte y cultura:
El joven compositor estima que es ella la revelación de su manera de sentir; es a saber: que vibra en el instrumento, de acuerdo con su interior, una emoción análoga a los objetos, la cual revelada aparte y esencialmente, en sus rasgos luminosos, en pasión, en gracia, se exhala en ráfaga pura, como si esos objetos estuvieran ardiendo por sí mismos sobre un trípode hacia la Belleza. Rcynaldo Hahn posee el don de poner en música, instintivamente, lo que mira: lo imaginarias observando, como buen conocedor, ahora mismo, cuadros, los cuadros del Louvre suspendidos con autoridad tácitamente, en las memorias; la pintura restituye a este vidente la intuición de las líneas de la luz y de la coloración, o el fragmento de orquesta que desde el principio está en la propia pintura. El gusto, flagrante en él, de fijarse, más que en la inmediata naturaleza, en obras que atestiguan una preparación artística: telas, y no estatuas, sorprende. Pero además de que él sabe extraer el poema que está incluido en todo, afronta, con singular audacia, los poemas existentes en el sentido estricto o literario, y precisamente triunfa en ellos; percibe el canto sagrado inscrito en las estrofas, lo sorprende y designa, que surge por la eterna herida gloriosa que tiene la poesía, o misterio, si se encuentra expresada ya, aun tan cerca del silencio. Sí, el aprieta los auténticos labios de la herida para obtener un manantial nuevo. Estos gritos discretos, espumas en que el alma se eleva, divulgan en voz alta el éxtasis que proporciona la lectura, dado que el verso resume toda emanación que flote en torno suyo 3
Quiero detenerme en las Chanson Grises, pues son, sin lugar a dudas, composiciones exquisitas o «lienzos musicales» (como lo llamaba el propio Hahn) cargados de un sentimentalismo muy propio de la época que evoca a los inicios del romanticismo. La sonoridad, las palabras reunidas en torno al piano, los vaivenes liricos y la poesía en sí misma, te transportan a una escena de ensueño. En D'une prison, (aunque perteneciente a otro ciclo de canciones) la nostalgia es llevada al máximo. Compuesta en el convulso periodo en el que estuvo en prisión, el poeta Paul Verlaine evoca en la sencillez del paisaje, un sinfín de sensaciones al respecto y una invitación a la reflexión sobre el paso de la juventud y la poesía que vemos diariamente pero que muchas veces, en medio de la rutina, somos incapaces de percibir.
D'une prison (Desde una prisión)
Le ciel est par-dessus le toit, (El cielo por encima del tejado,)
Si bleu, si calme! (tan azul, ¡tan calmo!)
Un arbre, par-dessus le toit, (Un árbol, por encima del tejado,)
Berce sa palme. (mece su palma.)
La cloche, dans le ciel qu'on voit, (La campana, en el cielo que vemos,)
doucement tinte. (tañe dulcemente.)
Un oiseau sur l'arbre qu'on voit, (Un pájaro sobre el árbol que vemos,)
chante sa plainte. (canta su lamento.)
Mon dieu, mon dieu la vie est là (Dios mío, Dios mío la vida está ahí,)
Simple et tranquille (Sencilla y tranquila.)
Cette paisible rumeur-là (Ese apacible rumor ahí)
Vient de la ville. (viene de la ciudad.)
Qu'as-tu fait, ô toi que voilà (¿Qué has hecho, oh tú que ahí te ves)
pleurant sans cesse, (llorando sin cesar,)
dis, qu'as-tu fait, toi que voilà, (di, qué has hecho, tú que ahí te ves,)
de ta jeunesse ? (de tu juventud?)
Le ciel est par-dessus le toit, (El cielo por encima del tejado,)
Si bleu, si calme! (tan azul, ¡tan calmo!)
Al novelista Marcel Proust lo conoció en la mansión de la socialité y pintora Madeleine Lemaire en el año 1894 e inmediatamente tuvieron una afinidad escandalosa en el sentido artístico. Coincidieron en varios proyectos, como el de llevar a cabo una biografía sobre el admirado Chopin u otros grandes creadores de la época. El tiempo fue estrechando su amistad, al punto de que ambos se volvieron imprescindibles el uno para el otro, manteniendo un romance amoroso y finalmente, una amistad entrañable que perduró hasta la muerte del escritor. Según el músico James Harding, fue Hahn quien sugirió la incorporación de la famosa sonata de Vinteuil que tanto se repite en su obra. En medio del escandalo Deyfrus, ambos se mostraron en el bando dreyfusista y los debates se llevaron al extremo en los círculos sociales que ambos frecuentaban.

Sobre su amigo y amantísimo Marcel, escribiría lo siguiente en su diario (traducción de Diana Arismendi):
Yo conocía a Marcel Proust desde hacía poco tiempo, cuando ambos fuimos invitados a pasar unos días en el campo en casa de un amigo. En nuestras raras conversaciones había admirado la ingeniosa amabilidad de Marcel, su milagrosa rapidez de comprensión, su sentido de lo cómico; pero no sospechaba de su genio, que se me fue revelando poco a poco, y ni siquiera sospechaba que él fuera alguien extraordinario. Sabía que escribía, pero él no hablaba de ello, yo no había leído nada suyo y él no se me parecía en nada a los hombres de letras que frecuentaba. El día de mi llegada, salimos juntos a caminar por el jardín. Estábamos pasando por un grupo de rosales de Bengala, cuando de repente se quedó en silencio y se detuvo. Yo también me detuve, pero él empezó a caminar de nuevo y yo hice lo mismo. Pronto se detuvo de nuevo y me dijo con esa dulzura infantil y un poco triste que siempre conservaba en su tono y en su voz: “¿Te molestaría si me quedo un poco atrás? Me gustaría volver a ver estos pequeños rosales”. Yo lo dejé. Mientras giraba en la esquina, miré hacia atrás. Marcel había regresado hacia los rosales. Habiendo dado la vuelta al castillo, lo encontré en el mismo lugar, mirando fijamente las rosas. La cabeza inclinada, el rostro serio, parpadeaba, fruncía ligeramente el ceño como en un esfuerzo de atención apasionada, y con la mano izquierda empujaba obstinadamente la punta de su bigotito negro entre los labios, que mordisqueaba. Sentí que me escuchó llegar, que me vio, pero que él no quería hablar ni moverse. Yo pasé sin decir una palabra. Pasó un minuto y escuché entonces a Marcel llamándome. Me di la vuelta; él corría hacia mí. Me alcanzó y me preguntó si “no estaba enojado”. Lo tranquilicé con una risa y reanudamos nuestra conversación interrumpida. Yo no le hice ninguna pregunta sobre el episodio del rosal; no hice ningún comentario, ni bromeé: entendí de alguna manera que no era necesario... ¡Cuántas veces después fui testigo de escenas similares! Cuántas veces he observado a Marcel en esos misteriosos momentos en los que estaba totalmente en comunión con la naturaleza; con el arte, con la vida, en estos “minutos profundos” donde todo su ser, concentrado en un trabajo trascendente de penetración y aspiración alternadas, entraba, por así decirlo, en un estado de trance, donde su inteligencia y su sensibilidad sobrehumanas, a veces por una serie de destellos agudos; otras mediante una infiltración lenta e irresistible, llegaba a la raíz de las cosas y descubría lo que nadie podía ver, lo que nadie, ahora, verá jamás.
Un episodio muy poco conocido en la vida del músico es que fue dado ganador del Premio de Roma (una beca escolar que el Gobierno francés concede a estudiantes de arte) pero no pudo recibirla, pues se negó a tomar en un principio la carta de nacionalidad francesa, lo cual le acarreó mayores dificultades en su ascenso a la gloria. Pese a la creencia de que Hahn jamás tuvo interés por su patria nativa, el Dr. Daniel Bedahan, autor de la única biografía en castellano conocida del artista, aclaró esto tras una ardua investigación. «Ahora su carrera había llegado a tal punto que la decisión era crucial para su vida futura. Fue Doña Elena, su amantísima madre, venezolana de alma y corazón, quien al manifestar su aprobación, resolvía el conflicto de sentimientos que se debatían en el gran musico». 4
Para complementar sus ingresos, Hahn se convirtió en critico musical en Le Presse, siguiendo la tradición de muchos otros músicos clásicos franceses de la época, realizando reseñas sobre estrenos de nuevas obras, entre las que se puede destacar el estreno de Parsifal en 1914 del compositor alemán Richard Wagner. Ya para diciembre de 1907, se naturalizó ciudadano francés y muy al contrario de lo que se ha difundido, Hahn si volvió varias veces a Venezuela, aunque nunca dejó de vivir en la ciudad de la luz. La musicóloga y pianista Clara Rodríguez, coincide en que medio de su cultura europeísta, es evidente en Hahn la influencia de sus primeros años de infancia donde se alimentó de la cultura de su patria nativa. Según Rodríguez, «la música de Hahn es muy lírica, y sin embargo encuentro paralelismos con los típicos valses venezolanos e incluso una especie de danza aragüeña en el ritmo del último de sus Valses». 5
La muerte de Massenet en 1912 constituyó un duro golpe para el joven musico, del cual, a duras penas, pudo reponerse y continuar con su prometedora carrera musical. Con el estallido de la guerra en 1914, participó activamente en el conflicto. ejerciendo como secretario ayudante en el frente bajo constantes bombardeos y se sabe que en entre las trincheras, llegó a mantener un piano. La época del horror bélico lo marcó profundamente. En dicho periodo llegó a componer un ciclo de canciones basado en poemas de Robert Louis Stevenson y trató de mantener en alto el animo de sus compañeros dirigiendo una pequeña orquesta. Ya en 1917 fue ascendido y destinado a París como secretario de cifras. Al finalizar la guerra fue condecorado con la Cruz de Hierro y designado miembro de la Legión de Honor por su encomiable labor en el campo de batalla.
En la Segunda Guerra Mundial se trasladó a Mónaco, donde permaneció por varios años hasta finalizado el conflicto, evitando así, en gran medida, la persecución nazi (al ser Hahn judío). Aún así, esto no evitó que sufriera un terrible percance que lo marcaría de por vida. En medio de una vida relativamente apacible, el hotel donde se alojaba recibió un impacto de un proyectil perdido de un submarino británico, lo cual ocasionó heridas en el ya anciano musico. Enfermó y tras realizarse varios estudios, se determinó que sufría un tumor cerebral, el cual con el tiempo, se fue agravando y el cual los médicos lo atribuyeron al traumatismo sufrido en la explosión de Mónaco. Falleció en París el 28 de enero de 1947. Desde entonces, sus obras han ido interpretadas por grandes cantantes liricos como José Carreras, Susan Graham y en los últimos años ha ido adquiriendo un interés creciente que reivindica su legado tanto en Francia como en patria nativa, Venezuela.
Milanca Guzmán, Mario. Reynaldo Hahn caraqueño: contribución a la biografía caraqueña de Reynaldo Hahn Echenagucia. Caracas. Academia Nacional de la Historia, 1989.
Pierre Loti, Revue de París, 1898.
Vers et Prose Tomo XIX, octubre, noviembre, diciembre, 1909.
Daniel Bedahan. Reynaldo Hahn: su vida y su obra, 1979.
Ray Picot, Conversaciones sobre Reynaldo Hahn con Clara Rodríguez. Sociedad Iberoamericana de Música del Reino Unido, 2019.